La mentira perdura hasta que la verdad aparece.
¿Alguna vez ha sentido usted que su prójimo le miente? ¿Alguna vez se ha sentido incómodo ante halagos innecesarios de alguien? Seguramente está siendo presa de una mentira.
Goebels, uno de los grandes maestros contemporáneos de la propaganda política, partía del principio de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. En este principio han basado muchos líderes su fórmula discursiva. Algunos lo han logrado con singular maestría, otros han construido una verdadera caricatura de esta estrategia.
Carlos Castilla del Pino recoge una serie de ensayos bajo el título El discurso de la mentira. En este tratado se analiza la mentira como una estrategia de engaño y manipulación, con el propósito de influir en sus opiniones y comportamientos.
Hay varias formas de canalizar la mentira. Aquí nos referiremos a las más recurrentes: desde el lenguaje y en el lenguaje, desde la lógica de la conversación, desde los aspectos normativos, desde la cortesía, entre otros.
Desde el lenguaje y en el lenguaje, la mentira es aquel discurso que, a veces sin proponérnoslo, acude a frases hechas, sin comprobación en la realidad, las cuales han pasado de generación en generación. Desde la lógica de la conversación acudimos muchas veces a las ya conocidas falacias, aquellos argumentos elaborados intencionalmente para influir en el ánimo de los demás, pero sin sustento real. Hay falacias adhóminem, admisericordian, adpopulum y muchas más que no cabrían en este espacio.
Y qué decir de la mentira normativa.Esas que están enquistadas en normas y manuales, las cuales nadie se ocupa de analizar, simplemente las siguen como un perro de ciego. Y por supuesto, desde la cortesía, la mentira es moneda de curso común. Simplemente se utiliza como una manera de agradar, o bien, de ocultar los verdaderos sentimientos.
Mas, como bien sentencian Perelman y Jankélévitch: “La mentira, como la limosna, aplaza el problema sin resolverlo”. En todo caso, la mentira perdura hasta que la verdad aparece.