Publicado en Diario de Centro América, el 26 de septiembre de 2013
Fuente: Google.com
Condicionan procesos violentos en la mente de los niños y jóvenes.
En la antigua cultura hindú, el gurú representaba al maestro que mostraba el camino del yoga, enseñaba las técnicas de meditación y era a su vez, consejero espiritual. En el transcurso de los siglos, el término ha ido cobrando otros significados. Actualmente se le llama gurú a la persona o institución que se coloca a la cabeza de un proyecto. Hay gurús en ventas, en publicidad, en política, gurús en todo.
Por muchos años se ha tenido a Hollywood como la Meca del Cine. Es en esa ciudad donde toda persona desea inmortalizarse como actor. La pantalla grande es el mejor recurso para estos afanes. Por mucho, esta ciudad es el punto del planeta donde convierten sus sueños en realidades, y por qué no decirlo, en cuantiosas fortunas.
Hollywood tiene sus luces y sombras. Durante la Guerra Fría se convirtió en el inmenso laboratorio donde se produjo cine como medio de propaganda. No hay certeza que haya sido una política diseñada desde las oficinas de inteligencia militar; sin embargo, hay una situación irrefutable: la Meca del Cine fue el principal instrumento de propaganda norteamericana que llevó al mundo una simbología de guerra, en donde siempre el gran ganador eran soldados estadounidenses.
Con el transcurrir de los años, este esquema del “fuerte” que se adentra en terreno enemigo fue estelarizado por figuras civiles, pero con pasado militar, y con similares guiones a los usados durante la Guerra Fría. El esquema maniqueo de buenos y malos se mantiene hoy día. Pero como ya no hay focos de guerra donde se comprometa la acción militar norteamericana, Hollywood continúa llevando violencia con películas donde casi siempre el “malo” es un afroamericano, o un chino, o un latino. Y aunque con balas de salva, condicionan procesos violentos en la mente de los niños y jóvenes.
Podría decirse que entre la realidad cinematográfica propiciada por Hollywood y la realidad objetiva de violencia que hoy vivimos, existe una tenue línea divisoria. A lo mejor son las dos caras de una misma moneda.