miércoles, 8 de diciembre de 2010
7. La telaraña emocional
Imagen tomada de la red.
Las emociones están conectadas a la manera no racional como percibimos el mundo. En efecto, los seres humanos calificamos todo cuanto nos rodea, con dos escalas que resultan esenciales para el desempeño normal de nuestras actividades: la escala racional y la escala emocional. Entendemos por escala racional todo cuanto es sometido a juicio crítico, es decir, que pasa por una valoración argumentativa e intelectual del cerebro. Sin embargo, esta es quizá solo una mínima parte en que los seres humanos nos desarrollamos. Un alto porcentaje de nuestros actos está influenciado por un actuar emocional, es decir, no lógico ni crítico.
A decir verdad, la Humanidad toda, sin distingos de raza ni credo, funciona mayoritariamente por los mecanismos ocultos de sus emociones: es el sentir sobre el pensar. Y en esta enigmática amalgama de sentimientos envolvemos muchas veces los mecanismos sabios y concisos de la razón. Somos presas de la telaraña emocional.
En una línea de interpretación, las emociones, es decir, la calificación afectiva de todo cuanto nos sucede, pueden ser positivas o negativas, dependiendo de nuestros estados anímicos y nuestro historial de vida, así como del contexto en el cual nos desenvolvamos.
Me gusta la clasificación que hace Ronald Hubbard respecto a las emociones. El las denomina la Escala Tonal de las Emociones. Ofrece una escala concebida por al menos 15 tonos, iniciando con el más optimista llamado Entusiasmo y descendiendo al tono más bajo denominado Apatía. De este último Hubbard distingue entre apatía de pie y apatía profunda. En el medio ubica otros tonos emocionales, tales como interés, aburrimiento, antagonismo, dolor, enojo, no compasión, hostilidad encubierta, miedo, compasión y aflicción, entre las más importantes.
Lo cierto es que la telaraña emocional ata nuestra razón y obnubila nuestro pensamiento frente a situaciones importantes de nuestra vida, restando nuestra capacidad de producir y alentando a veces sentimientos de culpa frente a nuestras acciones. Se dice que los problemas son la medida de la inteligencia; sin embargo, cuando somos presas de nuestras emociones, la inteligencia deja de ser un punto de referencia para medir nuestros problemas, dando paso a la escala emocional como parámetro.
Medir nuestra problemática con la escala emocional es altamente riesgoso. Puede provocar que si en dado caso somos presas de una escala tonal, digamos, miedo o aflicción, un problema mínimo sea sobredimensionado. Pero si por el contrario, en el momento que surge un problema estamos manejando un tono alto (entusiasmo o interés), un problema grande puede ser visto con una lente distorsionada, restándole la verdadera importancia.
En otra línea de análisis, el mundo emocional es la reserva afectiva que poseemos los seres humanos para enfrentar la vida, sus problemas y sus soluciones. Esta línea de interpretación es una de las más recientes propuestas para explicar la noción de éxito o fracaso de los individuos en sus relaciones laborales, familiares o sociales. Más adelante nos detendremos a puntualizar esta línea de análisis.
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